Una enorme cantidad de libros de autoayuda, cursos, talleres, retiros se venden cada año con la promesa de eliminar el sufrimiento de nuestras vidas. A veces con ideas nuevas, otras, con ideas ancestrales rebautizadas, nos prometen los secretos, las claves, la verdadera salida, el último libro o curso que necesitaremos tomar para ya no sufrir ansiedad o para encontrar el amor verdadero.
Hay una necesidad natural de los seres humanos de alejarnos de lo doloroso, un deseo de dejar de sufrir y ser felices. Por lo que siempre habrá personas muy contentas de poder vendernos una solución.
No cabe duda de que tengan una buena intención. Sin embargo, en esta industria abundan personas que prometen soluciones rápidas y estados duraderos de felicidad, logro y éxito; promesa vacía al ver como el sufrimiento no se ha logrado erradicar de la humanidad. Nuestra cultura se ha enfocado en promover un modelo de felicidad que se basa en la búsqueda y consecución de placer y en sentir emociones agradables.
Este modelo de felicidad nos comunica la peligrosa idea de que no debemos sentir dolor psicológico, que no es normal, que debemos solucionarlo lo más pronto posible y que las personas felices lo son precisamente porque no sufren.
Control afuera no es lo mismo que adentro
De acuerdo al Dr. Jorge Barraca, la humanidad ha alcanzado un estado de comodidad tal, que parece que ya no estamos dispuestos a tolerar el malestar, ni siquiera las condiciones normales del calor o el frío. Estamos alcanzando niveles exagerados de confort en nuestra vida cotidiana, en nuestras tareas caseras, para movernos y conseguir alimentos todo es más cómodo ahora. En cuestión de dolor físico podemos evitar muchos dolores gracias a medicamentos analgésicos y anestesias.
Al parecer estos niveles de comodidad alcanzados han permeado tanto en la sociedad y la cultura que ya no queremos sentir malestar, demoras, fastidio o dolor. Las personas han asimilado que psicológicamente las cosas deberían funcionar de la misma manera y quieren experimentar un estado de comodidad psicológica permanente. El problema es que aun cuando a nivel físico podamos alcanzar estos grados de confort, a nivel psicológico las cosas no funcionan igual.
A pesar de que podemos tratar el dolor físico con intervenciones médicas o farmacológicas, con nuestros pensamientos y emociones dolorosas no necesariamente funciona así. No hay operación, analgésico o extirpación para remover lo que sentimos de la piel hacia adentro.
Otra razón por la que luchamos tanto con nuestras propias vivencias internas es porque creemos que, así como podemos solucionar problemas de la vida cotidiana o de índole técnico con herramientas de la ciencia y con conocimientos, de la misma forma podemos resolver problemas de índole psicológico. Es común pensar: “Si puedo resolver este problema con ingeniería y cálculos, ¿por qué no puedo encontrar una solución para librarme de esta tristeza o esta ansiedad?” “¿Si puedo controlar tantas cosas en el exterior, por qué no puedo controlar lo interior?”
¿No es acaso normal sentir dolor ante la pérdida de un ser querido, de un trabajo, ante una separación o divorcio? Vivir es someterse a incomodidades, aunque muchas personas ahora creen que no deberían sentir tristeza o ansiedad y corren a buscar ayuda y a tomar fármacos.
Existe una creencia arraigada de que no deberíamos sufrir dolor psicológico, que ese tipo de emociones nos pueden ocasionar un daño mayor, que las personas sanas o saludables controlan rápidamente ese tipo de emociones.
Es un hecho que la vamos a pasar mal. La vida conlleva una cierta dosis de dificultades y adversidades. Dolor y sufrimiento son ineludibles, pero muchas veces nosotros mismos generamos un problema mayor cuando huimos del dolor, tratando de evitarlo, ocultarlo u olvidarlo lo más pronto posible.
Dolor limpio vs dolor sucio
Russ Harris acuñó el término “dolor limpio” que es el que ocurre cuando nos enfrentamos a las emociones que surgen ante una dificultad como perder el empleo o sufrir una enfermedad grave. Es normal e incluso esperado sentir dolor ante las pérdidas. Así como también es normal sentir enojo o miedo.
Por otro lado, también existe un tipo de “dolor sucio” en el que la persona lucha contra las emociones, pensamientos o sensaciones que están surgiendo, que se están viviendo. Se convierte en dolor sucio porque esta lucha añade más conflicto al dolor que ya se estaba experimentando, sumándole frustración y haciéndolo más duradero y profundo. Se trata de una lucha perdida.
La propuesta de Harris es vivir y aceptar el dolor como un hecho normal. Abrir un espacio para que ese dolor se manifieste. Cuando se responde de manera flexible a las experiencias difíciles y dolorosas es más probable que encontremos entendimiento, aceptación y paz.
¿Cómo vas a responder?
Steven Hayes dice que la vida constantemente nos está lanzando retos y situaciones que se traducen en preguntas y que nosotros las tenemos que responder queramos o no. Depende del tipo de respuesta que damos a estas situaciones es que vamos a generar sufrimiento, rencor, culpa y desesperación o por el contrario podremos generar espacio, flexibilidad, serenidad, aceptación.
Hayes propone que le demos un espacio, una oportunidad a los pensamientos, a las emociones de que se manifiesten, a pesar de lo incómodas o dolorosas que puedan ser ya que de todos modos ya están ahí. Cuando huimos de ellas van a seguirnos a donde vayamos, porque a donde vayamos vamos a estar nosotros. Si queremos evitarlas y distraernos de ellas, van a volver. Si queremos superarlas rápido y sin dolor solo vamos a generar frustración y mayor dolor al ver que siguen ahí, esperando nuestra respuesta.
La propuesta es crear un espacio flexible en nuestras vidas, un espacio para que se manifieste lo que tenga que suceder, el flujo constante de pensamientos, de experiencias, de sentimientos y emociones. Si permitimos que fluyan en ese espacio entonces seguro que aparecerán cosas dolorosas, pero en esa forma de permitir, de sentir, de vivir, podremos responder a las preguntas que nos lanza la vida con aceptación y con compromiso con lo que es valioso para nosotros.
Personalmente he podido experimentar el “dolor sucio” al luchar y no aceptar las sensaciones, emociones y pensamientos que surgían en momentos difíciles en mi vida, pero también he aprendido a responder más flexiblemente al permitir y aceptar que se manifiesten mis emociones, por ejemplo, la ansiedad.
¿Alguna vez has luchado contra una emoción o pensamiento perturbador? ¿Te ayudó luchar o solo conseguiste aumentar el conflicto? ¿Has permitido que se manifieste el presente y tus experiencias sin querer que sean diferentes?
Escribe y cuéntame tus experiencias.