Todos sufrimos y todos queremos dejar de sufrir o al menos sufrir menos y ser felices. Alejarnos del dolor y acercarnos a lo que es agradable y placentero es el movimiento más natural que hay. Queremos sentirnos bien. Es entendible y muy válido. Como especie estamos condicionados a evitar el dolor, buscar seguridad, certidumbre, evitar todo lo que sea peligroso con la finalidad de seguir vivos y la mejor forma de evitar los peligros es guiarnos por las señales de dolor o malestar.
Evitar o eliminar el dolor es un instinto de supervivencia, por eso comemos para quitarnos el dolor de estómago al sentir hambre, por eso nos abrigamos ante el frío intenso y nos protegemos de las temperaturas extremas. Ante retos de naturaleza práctica, es muy positivo saber responder, tener capacidad, conocimiento, habilidad, sentido de agencia, en resumen: CONTROL.
A fin de cuentas, el control es una estrategia que busca darnos seguridad, por lo que no es inherentemente mala o problemática, es importante tener agua, comida, un lugar donde dormir, en este aspecto el control es funcional.
Siguiendo esta lógica los seres humanos nos guiamos por ese condicionamiento cuando se trata de experiencias internas como sentimientos, emociones, recuerdos y las vemos como problemas a resolver, a eliminar, a controlar.
Es importante que sepamos que cuando llevamos nuestras herramientas de resolución de problemas ante las emociones y sentimientos terminaremos metiéndonos en un problema porque cuando se trata de lo que sentimos de la piel hacia dentro, ahí ya no funcionan esas estrategias. Los recuerdos, emociones y sentimientos no son lo mismo que la falta de comida o un calor extremo. Lo que es funcional hacia fuera no es necesariamente funcional hacia dentro.
Entonces necesitamos un enfoque distinto cuando se trata de experiencias de la piel hacia dentro. El enfoque que te propongo es el de la aceptación.
Para llegar a la aceptación antes debemos observar los patrones de conductas que están resultando contraproducentes, aquello que usamos como solución pero que en realidad es un problema. Por ejemplo, hacer juicios y evaluaciones acerca de nuestra emoción o sentimiento, lo cual solo crea más sufrimiento. O bien, por medio de estrategias de huida o evitación que nos complican la vida, como la procrastinación, el consumo y abuso de sustancias, las compras compulsivas y varias conductas que pueden terminar en adicción.
Una vez que hemos reconocido cuál NO es el camino entonces, nos queda ir acercándonos a nuestra propia experiencia con curiosidad, con apertura.
Una vez que nos abrimos entonces buscamos aprender a estar dispuestos a tener dicha experiencia. Aprendiendo a vivirla, tolerarla, permitirla, como si nuestro plan y nuestra elección fuera sentir eso.
Sentir lo que estamos viviendo, ya está ahí, no estamos buscando sentirnos mal, no somos masoquistas, solo prestar atención al hecho de que las cosas son así, en ese momento, está bien, aunque no se sienta muy agradable.
La intención es aprender a vivir, estar con y relacionarnos sabiamente con todo el abanico de experiencias posibles para el ser humano. Aprender a sentir o sentirse bien es que podamos afrontar los momentos difíciles de forma que no nos metamos en un problema, cambiando nuestro objetivo de sentirnos bien por el de sentirnos bien. Las negritas nos dejan ver en dónde está el énfasis.
La idea es responder a nuestras experiencias dolorosas con bondad y amabilidad. Una respuesta que casi no enseña en nuestra cultura. Por lo que nos ayudaría aprender a responder con amabilidad, paciencia, renunciando a juzgar, renunciando al control, renunciando a ver la experiencia como un problema a resolver, aceptando no tener el control de todo lo que pasa de la piel hacia dentro, aceptando lo que se siente, todo lo que hay, eso es sentirse bien.
Si crees que necesitas ayuda para esto, busca ayuda de un profesional de la salud mental.
Si deseas aprender más de las emociones revisa este artículo.