El camino medio: un estilo de crianza imperfecto, pero suficientemente bueno.

En más de 20 años estudiando psicología una de las cosas que más me ha sorprendido es la complejidad de las necesidades de los seres humanos, a la vez que me asombra la capacidad de adaptarse y salir adelante ante las dificultades, los retos, las tragedias. Somos una paradoja, porque somos tan frágiles y tan fuertes al mismo tiempo.

Como psicoterapeuta me encuentro a diario de frente con todas las dificultades derivadas de las experiencias y aprendizajes en la infancia. No estoy diciendo que la infancia sea el destino de las personas, la infancia es un momento importante porque estamos aprendiendo y dependemos de las personas que nos cuidan para crecer, para aprender a hablar, a pensar, a comunicarnos, a tomar decisiones, a jugar, a disfrutar, a explorar, a hacernos preguntas, a poner límites, a recibir y dar afecto, a que nos importen los demás.

Ante una lista tan larga de necesidades, matemáticamente hablando, es altamente probable que alguna de estas necesidades no se vea cubierta o satisfecha. Es lo normal. Nuestros padres se equivocan, todos los padres se equivocan. Si en nuestras sociedades los futuros padres tuvieran que pasar una examinación exhaustiva en los ámbitos psicológicos y económicos para poder procrear, los seres humanos ya nos hubiéramos extinguido.

Teniendo en cuenta tantas necesidades, definitivamente algo va a salir mal, poco afecto, poca atención, poco cariño, pocos límites, demasiados permisos, castigos excesivos, demasiada dependencia, una transferencia de los miedos y frustraciones de los padres a los hijos. La lista es interminable y va a pasar sin duda. Sumemos a lo anterior los retos que nos va a lanzar la vida misma, como enfermedades, accidentes, trauma y otras dificultades que podrían no deberse a la crianza.

Nadie sale ileso de su infancia

Anónimo

Un extremo: lo que hizo falta

En mi experiencia como terapeuta los problemas que veo muchas veces se derivan de la falta de afecto, la falta de demostraciones de conexión real, de aceptación incondicional de la persona, del niño, además de otras conductas procedentes de lo mismo, como la pobre expresión afectiva, la falta de vocabulario emocional, una deficiencia importante para poder leer y reflejar las emociones del niño y un ambiente que bloquea, prohíbe e invalida dichas emociones.

La otra orilla: demasiado de lo bueno

Incluso los niños que han crecido con padres cariñosos, atentos, que sabían escuchar, que apoyaban y acompañaban en sus dificultades, niños a los que aparentemente no les hizo falta nada, incluso ellos van a tener problemas. Porque no hay padres perfectos. En consulta, usualmente se presentan como personas que lo tuvieron todo y lo tienen todo, pero se sienten algo vacíos, como si no vivieran la vida de forma correcta, como si no fueran tan felices como podrían ser. A veces es ansiedad de la nada, a veces depresión de la nada.

Demasiada atención y protección de los padres, el no dejarles enfrentar dificultades, frustraciones, fracasos y dolor en la vida como niños hace que no puedan saborear la felicidad o el contentamiento siendo mayores. De adultos no saben regular sus emociones, ni cómo afrontar las frustraciones y las pérdidas, cómo mantenerse en una relación o un trabajo cuando las cosas se ponen difíciles. Niños que no experimentaron el malestar de vivir y ahora no pueden enfrentar ni disfrutar la vida.

Tal parece que los niños cada vez tienen autoestima más alta, pero también experimentan mayores niveles ansiedad y depresión. Muchos de estos niños con egos muy inflados van a sufrir y a hacer sufrir a la gente alrededor cuando sean adultos. No sabrán respetar turnos, esperar en la fila, o su turno para hablar, no sabrán trabajar en equipo ni respetar los límites en el trabajo, no sabrán recibir retroalimentación a su labor, demandando reconocimiento, trato especial y estímulos todo el tiempo.

Un estilo intermedio

No podemos evitar que nuestro hijo tenga problemas psicológicos en la vida, son demasiados factores involucrados. Tal como lo dije antes, como padres nos vamos a equivocar, no hay forma de escapar a ello, pero si deseamos ser suficientemente buenos padres y disminuir la probabilidad de que sufran excesivamente, podríamos tomar en cuenta los siguientes puntos:

  1. Permitir sus emociones, todas tienen un sentido, normalizarlas. Mostrarnos humanos, mostrar nuestras emociones.
  2. Validar la emoción, hablar de ella, exponerse a lo que significa vivir una emoción dolorosa.
  3. No solucionarles todos los problemas. Dejarles que experimenten el malestar, la frustración y el dolor.  Demostrando que son más fuertes que ella y que pueden superarlas.
  4. Modelarles maneras efectivas de regular la emoción, el malestar y las frustraciones, al mismo tiempo que les permitimos que descubran por si mismos maneras de expresarse, de regularse.
  5. Decirles las verdades dolorosas de la vida, por ejemplo, cuando muere un familiar, sabiendo que pueden tolerar y sobrevivir a la tristeza y la ansiedad.
  6. Protegerlos en caso de agresiones, cuando se vean vulnerables debido que la dificultad les sobrepase.
  7. Establecer disciplina y límites para que sepan regular sus conductas ante emociones adversas y falta de motivación.
  8. Convivir y pasar tiempo con ellos. Muy importante, jugar.
  9. Aclarar cuáles son las necesidades emocionales del niño y no confundirlas con las nuestras. Trabajar nuestros propios asuntos, nuestras expectativas, nuestras inseguridades.
  10. Establecer expectativas realistas respecto a los hijos. De otra forma nunca sentirán que están a la altura de lo que se espera.
  11. Dejar de buscar ser gustados y queridos por los hijos todo el tiempo, para poder establecer límites saludables. No todo se negocia. De nuevo, trabajar nuestras inseguridades.
  12. La más importante: acompañar con aceptación y amor incondicional.

Los niños que han vivido el mundo real, con frustraciones, fracasos, pérdidas, dolor, confusión, pero con el amor y la aceptación incondicional de sus padres es muy probable que se conviertan en adultos que pueden ser creativos, productivos, perseverantes, contentos, funcionales, que pueden amar y trabajar gracias a haber desarrollado esta fortaleza psicológica.

Muy similar al camino medio del budismo, vamos a buscar un estilo que se aleja de los extremos, una crianza sin amor ni afecto o una crianza en donde los niños no deben sufrir malestar ni frustración. Muy parecido al mito del buda, debemos alejarnos del castillo donde todo es perfecto, donde no hay dolor, enfermedad, vejez ni muerte y debemos exponernos a la realidad donde todo eso existe.

Vamos a descubrir, aun equivocándonos, que podemos acercarnos a un equilibrio, a un camino intermedio que acompaña con amor incondicional y con la disciplina de permitirles que se enfrenten a la realidad.

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