No tienes que cambiar lo que piensas para cambiar cómo actúas

Tal vez esta frase te parezca muy extraña ya que llevamos prácticamente toda la vida escuchando de maneras muy diversas cómo los pensamientos definen nuestras conductas. Si pensamos mal, si pensamos de manera ilógica, irracional o incoherente es que vamos a actuar de manera ilógica irracional e incoherente.

Gran parte de la terapia cognitivo conductual tradicional se basa en la premisa de que, para sentirnos bien y actuar bien, tenemos que pensar bien y eso tiene algo de sentido, pero no es completamente cierto.

Para demostrártelo simplemente quiero que te des cuenta de la gran cantidad de pensamientos que tenemos al día de los cuales nadie se entera, que pueden ser pensamientos que no serían muy bien vistos por los demás, por ejemplo: críticas o juicios hacia las demás personas, celos, envidia, rencor, malos deseos o incluso deseos que pudieran ser considerados indecentes o inmorales, todos los cuales no tienen ninguna repercusión ni castigo, obviamente porque nadie se entera de ellos y porque se quedan en pensamientos. Es muy probable que, si golpeas a alguien, esa agresión te meta en problemas, sin embargo, el pensar en golpear a alguien no te va meter en ningún problema.

Culturalmente hemos estado siendo bombardeados por movimientos que proponen que pensemos de manera positiva, que tengamos pensamientos lógicos, racionales, adaptativos, generosos y amables, esta propuesta puede sonar muy razonable ya que nos generaría emociones positivas y conductas aprobadas socialmente. El problema es que no siempre podemos pensar de esa forma, ya que los pensamientos surgen de manera automática, miles de ellos por día, un gran porcentaje de ellos son negativos catastróficos, sesgados y distorsionados, no podemos controlarlos y no podemos evitarlo, así estamos condicionados, así funciona nuestra mente.

En gran medida, muchos de los problemas derivados de nuestros pensamientos en realidad se deben a que actuamos como si los pensamientos fueran una verdad absoluta, se convierten entonces, en reglas inflexibles sobre cómo deberíamos vivir nuestra vida. Estas reglas se caracterizan por ser insensibles a los cambios en nuestro medio, no toman en cuenta la realidad dinámica y cambiante, son reglas fosilizadas que supuestamente deberían ayudarnos a vivir bien nuestra vida, pero que en realidad se convierten en obstáculos. Toma en cuenta los siguientes ejemplos: “yo debería ser el fuerte” “la gente es la que viene a mí a pedir consejo, no al revés” “el matrimonio es para siempre” “el hombre es el que debe proponerse” “una mujer no hace ese tipo de cosas”.

Cuando no ponemos en duda nuestros pensamientos, además de actuar de formas rígidas y meternos en problemas, es muy fácil que vivamos atormentados por toda una serie de emociones incómodas. Pienso que soy una mala persona y automáticamente me siento culpable, pienso que soy una persona fea y me siento avergonzado, pienso que van a ocurrir tragedias en mi familia e inmediatamente comienzo a experimentar ansiedad. Por lo que aquí también aplica lo que dice mi titular, no tienes que cambiar lo que piensas para cambiar cómo te sientes.

Gracias a algunas investigaciones en psicoterapia se ha podido descubrir que en gran medida los tratamientos más efectivos no son los que logran cambiar los pensamientos sino los que se enfocan en que los pensamientos pierdan credibilidad, no tenemos que cambiarlos ni suprimirlos, lo único que tenemos que hacer es observarlos como lo que son, se trata de productos de nuestra mente, se trata de ideas que no son hechos, ni son verdades; no son guías ni reglas sobre cómo debemos comportarnos, se trata solo de pensamientos.

Obviamente, es más fácil nuestra vida cuando nuestros pensamientos son lógicos, racionales y nos ayudan a funcionar en lo cotidiano. Está claro que algunos pensamientos irracionales nos pueden meter en problemas, pero esto ocurre solamente cuando les creemos y actuamos en consecuencia.

Entonces, no se trata de corregir o reestructurar los pensamientos, se trata de cambiar nuestra relación con ellos, se trata de observar los pensamientos, de distanciarnos de ellos para tener una mejor perspectiva y de actuar de maneras que se alineen con nuestros verdaderos valores.

De hecho, podemos tener pensamientos que son lógicos, correctos y racionales, pero que no nos ayudan a lograr nuestros objetivos, pensamientos que terminan deteniéndonos o limitándonos cuando se trata de ir por nuestras metas. Por lo que lo más importante no es tener pensamientos racionales y lógicos, sino poder identificar cuándo conviene creerle a un pensamiento y cuándo no. Se trata de ser pragmáticos con nuestros pensamientos.

Date cuenta que no importa mucho cómo son tus pensamientos, no importa lo que te digan, que tan frecuentemente se presenten, lo que realmente importa es la función que cumplen en tu vida, lo que importa es a dónde te llevan, cómo actúas cuando les crees y qué tan plena es tu vida cuando vives creyendo este pensamiento.

Cuando empezamos a actuar de maneras distintas, con mayor conciencia de nuestro proceso de pensamiento, tomando en cuenta nuestros valores en lugar de seguir los pensamientos como si se tratara de verdades o de reglas infalibles, podremos encontrar una mayor libertad, podremos tener mayor influencia sobre cómo nos sentimos y sobre las cosas que hacemos.

Si quieres comenzar a experimentar esa libertad de la que hablo, te sugiero que empieces por cuestionarte: ¿Hacia dónde va mi vida cuando le creo a este pensamiento?

Si deseas aprender a observar tus pensamientos, no creer en todo lo que te cuentan y poder vivir con mayor libertad te sugiero que busques un profesional de la salud mental que trabaje con terapias contextuales.

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